Al adentrarnos en Casa Montilla, uno tiene la sensación de haber dado con un establecimiento que lleva toda la vida funcionando: salta a la vista su arraigada propuesta de cocina y su cercanía con el cliente. Sin embargo, Antonio Montilla, un joven de apenas 32 años, junto a su pareja Nazaret, también apasionada de la gastronomía, abrieron esta taberna justo unos días antes del estallido de la pandemia. A pesar de las evidentes dificultades, esto no les supuso un acicate para su nivel gastronómico, sino todo lo contrario: modularon la idea que llevaban años madurando para conseguir encandilar a un amplio espectro de clientes, desde jóvenes con deseos de propuestas actuales al perfil más clásico que demanda raciones típicas de taberna, convenciendo al conjunto con sus guisos bien elaborados.
Situado en el centro de la ciudad, muy cerca de la zona de ocio y de la plaza de toros, Casa Montilla enfoca su día a día con las costumbres del tapeo típico de Linares ofertando una lista muy atractiva de bocados. Aunque, si lo que queremos es investigar la esencia del local, quizá no sea esta la faceta que más nos seduzca: la inquietud gastronómica de la dupla se destila en una carta amplia donde pueden ejercitar su músculo culinario y poner a prueba su talento sensorial en cada uno de los platos.
Su entusiasmo por conocer el panorama gastronómico nacional les hace viajar para impregnarse de las tendencias, afinando así su juicio para ofrecer en Casa elaboraciones de cuya calidad, refinamiento y atractivo no dudan: “tenemos varios platos icónicos en la carta de los que no queremos desprendernos y que hemos ido afinando con el paso del tiempo”, comenta Antonio con entusiasmo. Entre estas elaboraciones se encuentran el rabo de toro, el tataki de salmón marinado con pistachos, los gambones en salsa o las alcachofas a la montillana, a su manera. No es casualidad que el apellido de Antonio, el nombre de la casa y los platos típicos de esa comarca de la provincia de Córdoba converjan en esta historia. Su familia paterna procede de aquella zona y esa herencia culinaria, afortunadamente, se deja sentir.
Y es que tienen mucho de qué presumir en esta casa: sus guisos elaborados con paciencia y sabiduría vertebran una carta que acapara una extensa oferta de tapas, montaditos, tostas, pescado frito, ensaladas, marisco, carnes y una magnífica selección de productos del cerdo ibérico alimentado con bellotas del Valle de Los Pedroches. Y en cada sección poseen hitos que satisfacer cualquier tipo de apetencia: encontramos platos en vías de extinción como las gambas en gabardina caseras; unas interesantes vieiras con crema de mango, menta y lima; un clásico actualizado como el lomo de orza en escabeche de perdiz; un tradicional rabo de toro cordobés guisado; o unas mollejas de cordero lechal a baja temperatura en salsa castellana, por poner algunos ejemplos. No podemos pasar sin mencionar de la tarta de queso, elaborada en casa y realmente extraordinaria en intensidad, cremosidad y punto de horneado.
Esta joven pareja llevaba años trabajando en otros establecimientos de la ciudad y este es su proyecto de vida: “Venimos a trabajar cada día para hacer disfrutar a nuestros clientes y convivir con nuestros compañeros en un ambiente confortable, haciéndoles el día a día más fácil, intentando conciliar nuestra vida familiar y la de todos los trabajadores”.
Antonio, Nazaret y el resto de su equipo de 6 personas han logrado en poco tiempo crear un espacio atractivo, recurrente para la buena costumbre linarense de tomar unas tapas y comer platos ricos. Así lo demuestra su alta ocupación diaria, que ellos se encargan de mimar y de tratar como merecen, con cariño y profesionalidad.
Fuente: https://www.gastronosfera.com/